Autor Tema: Supervivientes Dead by Daylight  (Leído 7750 veces)

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Supervivientes Dead by Daylight
« en: Marzo 20, 2018, 10:03:08 pm »

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Supervivientes

Dwight Fairfield

Dwight era un chico tímido y escuálido en el instituto. Siempre había deseado ser popular entre sus compañeros, pero carecía del carisma necesario. Intentó entrar en el equipo de fútbol americano, pero no lo seleccionaron; el equipo de baloncesto ni se fijó en él, y sus notas estaban bastante por debajo de la media.
Un fin de semana, durante una actividad para fomentar el espíritu de equipo en su trabajo anodino, el jefe de Dwight los condujo al interior de un bosque y les dio a beber su licor casero de receta familiar. Dwight solo recordaba haber tomado un trago cuando se despertó al día siguiente y se encontró solo.
Los demás lo habían dejado allí a solas en medio de la noche. Sintiéndose una vez más el hazmerreír de todos, Dwight intentó salir del bosque. Esa fue la última vez que supo algo de Dwight Fairfield.


Meg Thomas

Tal vez fuese por su madre, de la que heredó su lado salvaje, o tal vez por su padre, que las abandonó cuando ella era pequeña.
A Meg se le daban bien los estudios, pero estaba descontrolada. Por suerte, el entrenador de atletismo la animó a canalizar su energía desaprovechada en la pista.
Se concentró en convertirse en una estrella del atletismo en su instituto y consiguió una beca universitaria. Cuando su madre enfermó, Meg decidió perder la oportunidad de ir a la universidad para cuidar de la mujer que la había criado.
Un día de verano, mientras corría por las profundidades del bosque, Meg desapareció. Por más que la buscaron, jamás encontraron su cuerpo.


Claudette Morel

A Claudette le han fascinado los experimentos científicos desde el día en que sus padres le regalaron su primer kit de laboratorio. Su gran pasión la llevó a aceptar una beca en una prestigiosa universidad. Dejar Montreal fue una decisión dura, pero la oportunidad era demasiado buena como para desaprovecharla.
Dada su personalidad introvertida, prefiere socializar mediante chats y foros de Internet. Su nuevo pasatiempo favorito es responder a preguntas de botánica bajo su alias Cientichica.
Una noche, en medio de un largo viaje en autobús de regreso de la ciudad, Claudette se fue a dar un paseo que cambiaría su vida para siempre. En cuestión de minutos, se perdió en un espeso bosque, y no volvió a salir de el. Los miembros del foro solo empezaron a preguntarse que habría sido de ella cuando llevaba una semana sin publicar nada.


Jake Park

Ser hijo de un acaudalado empresario siempre iba a suponer una gran presión para Jake Park. Cuando su hermano se graduó cum laude en Yale, Jake sintió una presión aún mayor. A Jake no le interesaban los estudios, pero su padre nunca entendió su negativa a aprovechar la carísima educación que le estaba brindando. Jake acabó por revelarse y dejó los estudios definitivamente.
Ahora vive como un vagabundo en el lindero del bosque. Lleva años sin hablarse con su padre, pero su madre lo visita de vez en cuando. Fue ella la que acabó llamando a la policía.
Le dijeron que se había perdido en el bosque y organizaron grupos de búsqueda durante varios días, pero desistieron cuando llegó el mal tiempo. Pese a las desesperadas súplicas de su madre, nunca reanudaron la búsqueda, y Jake pasó a la historia como una víctima más del bosque.


Nea Karlsson

Nea creció en el pequeño pueblo de Hjo, en Suecia. Tuvo una infancia feliz, pese a que sus padres se pasaban el día trabajando. Cuando la posibilidad de mudarse a Estados Unidos se hizo realidad, empezó a portarse mal. Nea se vio obligada a dejar atrás su vida y a sus amigos.
Rechazaba lo que sus padres consideraban "normal". En su lugar, se refugió en las pistas de skate, y su firma de grafitera "Mashtyx" podía verse por todo el pueblo.
Nea se aficionó a dejar su firma en los edificios oficiales, esquivando a la pasma y cualquier otro peligro con su agilidad y reflejos felinos. Al final, sus padres se acostumbraron a que desapareciese durante varios días seguidos. Tal vez fue demasiado lejos cuando, en una noche sin luna, sus amigos la retaron a dejar su firma en el viejo asilo Crotus Prenn, y no se la volvió a ver.


William Overbeck ‘’Bill’’

Hicieron falta dos visitas a Vietnam, un puñado de medallas, una rodilla llena de metralla y una baja con honores para que William Overbeck, Bill, dejase de luchar y tratase de vivir una vida tranquila. No podía soportarla.
Tras décadas vagando sin rumbo de un trabajo a otro, Bill entró en quirófano para someterse a una operación rutinaria y, al despertar, se encontró con que el mundo que conocía había desaparecido. Una plaga estaba convirtiendo a la gente normal en máquinas de matar sin conciencia. Por supuesto, lo primero que hizo fue abrirse camino hasta su casa y ponerse el uniforme. Logró abrirse paso a través de pueblos fantasma y bosques oscuros como la boca de un lobo hasta encontrar a otros supervivientes, juntos, huyeron de las hordas infectadas.
Al final, Bill decidió sacrificarse para mantener a los demás a salvo. Nunca encontraron su cuerpo y lo dieron por muerto. Nadie sabe que Bill aún tiene algo que siempre ha deseado: un enemigo al que enfrentarse.


David King

David King, el hijo único de una familia rica, parecía destinado a la grandeza. Mientras crecía en Mánchester, demostró un gran potencial tanto para los deportes como para los estudios y, gracias a los contactos de su familia, tenía abiertas todas las puertas. Podría haber triunfado en cualquier cosa, de no ser por su naturaleza combativa. David vivía por el subidón de adrenalina de una buena pelea y hacía todo lo posible por meterse en una.
Su robustez y capacidades atléticas le condujeron al rugby, donde podía desatarse y armar un buen jaleo. King sobresalió y se labró una reputación como principiante prometedor, si bien imprudente. Su ascenso meteórico terminó abruptamente cuando perdió los estribos y atacó a un árbitro, ganándose una expulsión de por vida en la liga y truncando lo que la mayoría asumió que iba a ser una larga carrera de éxito. A King no le importó; el dinero no era un problema, así que se lo tomó como una jubilación anticipada y se centró en actividades divertidas.
Libre de las ataduras de una carrera y surtido de la riqueza de su familia, David King pasó la mayor parte de su vida en bares, bebiendo, viendo partidos y metiéndose en peleas. Algunos dirán que estaba echando a perder su vida. No mucho sabían que era un ‘’coleccionista de deudas’’ ocasional o que peleaba en clubs de lucha clandestinos a puñetazo limpio.
Cuando David King dejó de ir al bar, a los pocos amigos que tenía no los pilló por sorpresa. Se imaginaron que se había metido en una pelea con alguien más fuerte que él. En cierto modo, estaban en lo cierto.


Feng Min

Feng Min empezó a jugar a videojuegos de pequeña, y se enganchó al instante. Sus padres no veían nada malo en que pasase un rato delante de la pantalla; pero cuando los minutos se convirtieron en horas y a veces en días, decidieron poner fin a la afición de Feng Min y la obligaron a concentrarse en sus estudios.
Se sentía asfixiada por ellos, así que huyó de casa y se dedicó a pasarse el día en cibercafés y eventos de videojuegos en línea donde no tenía que seguir las normas de nadie. Se pasaba las horas las horas jugando, emitiendo sus partidas en vídeo y compitiendo por llegar a lo más alto. Y al fin se hizo un nombre en el mundo de los videojuegos. Con el apodo de LeonadeOro, la invitaron a unirse a un prestigioso equipo de jugadores profesionales, en el que encontró un refugio libre de los prejuicios y las ideas equivocadas de sus padres y de la gente que no juega a videojuegos.
Feng Min intentó superarse a sí misma para demostrar que era la mejor. Para ella dormir era menos importante que entrenar. Se esforzaba demasiado, dormía muy poco y su rendimiento empezó a bajar. Empezó a perder. Se pasaba las noches en vela, atormentada por la idea de haber defraudado a sus padres… y a sus seguidores. Perdió el control de la situación y cayó en una espiral de autodestrucción. Empezó a vagabundear por las calles, a ir a bares y a despertarse en lugares que no recordaba. Un día se despertó en un lugar completamente diferente…


Detective Tapp

El detective David Tapp era uno de los buenos. Su determinación por llevar a los asesinos ante la justicia y vengar a sus víctimas le reportó una carrera larga y respetada.
Cuando vio por primera vez los detalles del caso JigSaw, no le pareció muy diferente a otros. Más siniestro y macabro, seguro, pero no dejaba de ser un lunático con un gusto por lo teatral que pronto estaría entre rejas.
La intuición llevó a Tapp y a su compañero, el detective Stephen Sing, hasta la fábrica de maniquíes abandonada en la que JigSaw se escondía. Dieron con él, pero logró escapar antes de ser desenmascarado, rebanándole la garganta a Tapp en su huída.
Sing abandonó a su compañero y fue tras él, pero cayó en una trampa.
Tapp no había actuado de acuerdo al procedimiento, pues había entrado en la fábrica sin una orden judicial provocando la muerte de un detective. Fue apartado del cuerpo, con secuelas en la garganta y consumido por la culpa.
Así se desarrolló su obsesión: encontraría al asesino, acabaría con los crímenes, se redimiría y vengaría a su compañero y amigo. El rastro de pruebas lo llevó hasta el doctor Lawrence Gordon. Se convenció de que, si vigilaba el apartamento del doctor día y noche, encontraría pruebas que lo implicarían.
Entonces vio a un desconocido en la ventana de Gordon y escuchó disparos. Tapp le hizo frente, pero el hombre huyó, aunque el detective consiguió seguirle el rastro hasta un edificio industrial.
Los años nunca perdonan, y una batalla que fácilmente habría ganado en su juventud acabó con una bala en el pecho de Tapp. Mientras se desplomaba al suelo, solo era capaz de sentir el fracaso. Había fallado a su compañero, a sí mismo y a las demás víctimas. Quienquiera que fuera el asesino, Tapp no había sido capaz de detenerlo. Más víctimas morirían, y sería su culpa.
Dejó que la ira y la culpa se apoderaran de él y cerró los ojos por última vez. Debajo de él, el suelo de cemento se reblandecía. Clavó los dedos en el suelo, sintiendo la tierra y las hojas. Su camiseta, antes ensangrentada por el disparo, ahora estaba seca y el dolor había desaparecido. Al abrir los ojos, vio un cielo oscuro y los dedos abruptos y escrutadores de las ramas.
Unos gritos reverberaban en el bosque y una nueva determinación invadió su cuerpo. Por primera vez en meses, su mente estaba despejada. Necesitaba vengar a las víctimas y acabar de una vez por todas con el asesino. No sabía dónde estaba, pero seguía siendo policía y siempre lo sería. Aún le quedaba trabajo por hacer.


Quentin Smith

Cuando se enteró de que la madre de Nancy había desaparecido, Quentin Smith entendió al instante que su victoria había sido efímera. Aunque su plan parecía haber funcionado a la perfección, Freddy Krueger volvía a vencer a la muerte.
Sin embargo, Quentin no iba a tirar la toalla. Tal vez necesitara varios intentos, pero juró que encontraría la manera de derrotar a Freddy de una vez por todas. De lo contrario, solo sería cuestión de tiempo que Freddy triunfase y Nancy desapareciera para siempre.
Alguien como Quentin jamás llamaría la atención en una biblioteca, sin importar lo extraños que fueran los libros que pedía. Devoró toda la información que encontraba sobre mundos oníricos compartidos, sueños lúcidos y métodos de control del espacio onírico. Obligándose a mantenerse despierto mediante la ingesta constante de pastillas y bebidas energéticas, inspeccionó tomos polvorientos y descubrió leyendas sobre los demonios que habitan los sueños, atrapan a sus víctimas en un limbo y se alimentaban de su terror. Estudiaba rápido, pues sabía que Freddy volvería pronto a buscarlo.
Poco después Freddy comenzó a aparecerse en sus sueños. Al principio se mantenía en la periferia, jugando con Quentin e intentando agotarlo. Gracias a sus nuevos conocimientos, Quentin fue capaz de identificar los puntos débiles del sueño, pequeñas grietas en las que crear vías de escape. Puso a prueba sus habilidades cautelosamente, ocultando sus cartas y esperando que le diese cierta ventaja para poder derrotar a Freddy.
De repente, una noche se encontró en el entorno familiar de Badham. Freddy se había cansado de jugar y había decidido finalmente acabar con él.
Quentin corría por el colegio mientras sus ojos veloces reconocían el terreno en busca de algo útil que pudiera utilizar en ese laberinto de pasillos. Encontró un cubo de disolvente de pintura y rápidamente pensó en un plan.
Una vez lista la trampa, esperó, haciendo de señuelo para atraer a Freddy hasta el lugar idóneo. Y allí estaba, arañando el metal con sus garras mientras se aproximaba para acabar con él. Quentin se permitió un segundo para disfrutar de la cara de sorpresa de Freddy a medida que el pasillo se incendiaba y salió corriendo, atravesando el edificio, hacia la salida que sabía que existía. Si conseguía herir a Freddy, debilitarlo y escapar del sueño con vida, acabaría derrotando al monstruo tarde o temprano. Las grietas del sueño se cerraron ante sus ojos, bloqueando su vía de escape. Se encontró de nuevo en la habitación secreta de Freddy y no había escapatoria.
Mientras Freddy lo acorralaba y una siniestra sonrisa se dibujaba en su rostro deforme, Quentin ardía con el anhelo de ver al monstruo finalmente aniquilado. Deseó haber sido él, y no su padre, quien lanzara el bote de gas que acabó con la vida de Krueger, quien degollara a Freddy. ¿Tal vez este deseo fuera suficiente? Al fin y al cabo, no era más que una dimensión dentro de su propia mente.
Dejó que su ansia lo consumiera, centrando todos sus pensamientos en desear la muerte de Freddy.
Su visión se nubló con turbias espirales de humo y, cuando se despejaron, estaba en otro sitio. ¿Era otro sueño? En ese caso, no era el suyo: era frío y desconocido.
Una luz parpadeante llamó su atención y se dio cuenta de que estaba junto a una hoguera y de que no estaba solo. Otras personas estaban atrapadas con él y necesitaban su ayuda.


Ace Visconti

Ace Visconti es un tipo encantador. Con su elegante atuendo italiano, su pelo con mechas canosas y su don de palabra, parece una estrella de cine retirada de los años 50.
Su corazón siempre ha pertenecido a las cartas. Desde sus orígenes como niño pobre en Argentina, se ha dedicado a jugar, timar, seducir y persuadir para abrirse camino hacia una vida de lujo como gran jugador en el país de las oportunidades. Aunque el dinero se le acababa escapando entre los dedos, Ace siempre daba por sentado que podía conseguir más.
Pero las cosas no siempre salen como uno piensa, y al final terminó acumulando demasiadas deudas con las personas equivocadas. Y cuando se pusieron a buscar a Ace para cobrarlas, no lo encontraron por ningún lado. Nadie sabe quién lo puso sobre aviso ni adónde ha ido a parar, pero todos los que conocen a Hacer coinciden en algo: sobrevivirá… contra todo pronóstico.


Laurie Strode

Nunca sabes qué es lo más importante de la vida hasta que te das cuenta de que puede terminar pronto. Laurie es un chica que solo aspira a tener una vida tranquila en las afueras, pasando el tiempo con amigos y familiares y yendo de cita de vez en cuando. Es una adolescente como otra cualquiera. Si te cruzaste con ella por la calle, no te llamaría la atención. Siempre hace los deberes y todos sus amigos, profesores y familiares le tienen un gran cariño.
Una noche cualquiera, mientras hacía de canguro, cambiaría el curso de su corta vida para siempre. Un cuchillo silbando en el aire. Gritos en la lejanía. Ruidos que podrían infundir el pánico en la mente de cualquiera. Pero no en la de Laurie: ella está hecha de otra pasta. Ella no es de las que se dan por vencido.


Kate Denson

Uno de los primeros recuerdos de Kate Denson: estar delante de su familia cantando un canción que había aprendido aquella mañana en el cole y ver cómo se les dibujaba una sonrisa en la cara. Cuando vio que algo tan sencillo como una canción podía hacer feliz a la gente, supo lo que quería ser de mayor. A su alrededor, las hojas vibraron al unísono con los acordes y las ramas de los árboles se alargaron, fusionándose para formar un ente vivo. Unas finas extremidades arácnidas descendieron del follaje y se cernieron sobre ella intentando atraparla. Recobrando el sentido, la chica echó mano de una roca e intentó hacerlas retroceder, pero la improvisada arma no causó ningún efecto en una piel dura como el acero y no hizo más que rebotar inofensivamente.
Las extremidades se enredaron como zarcillos alrededor de sus piernas y brazos y se levantaron hacia la oscuridad. La niebla cubrió la hondonada, oscureciendo a Kate y a la criatura de pesadilla que la arrastraba hacia sí. Cuando la niebla se disipó, no había señales de forcejeo, ni rastro de vida. Solo una guitarra acústica con el golpeador grabado con flores y las iniciales KD incrustadas en nácar.


« Última modificación: Septiembre 03, 2018, 01:53:32 pm por Nynfa »
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